A la izquierda, la cantidad de 3,6 lei. A la derecha, un euro | Carmen Alonso
Durante años hemos podido disfrutar de las dotes interpretativos de Carlos Iglesias tanto desde el televisor como en la gran pantalla. En esta última, no solo ha demostrado sus grandes habilidades como actor, sino que también nos ha deslumbrado como guionista y director. La primera obra con la que mostró su polifacetismo al mundo fue Un franco, 14 pesetas, un clásico que narra cómo en los años sesenta, centenares de españoles se vieron obligados a emigrar en busca de trabajo. La historia que narra esta película rodada en 2006 está basada en hechos reales; concretamente, el director se inspiró en su familia, que migró a Suiza en 1960. Durante la obra, el intérprete encarna el personaje de Martí, que se corresponde con la historia real de su padre.
Este fue el primer filme dirigido por Iglesias y le valió varios premios nacionales e internacionales, así como una nominación a los Premios Goya como mejor director novel. La buena acogida de la película permitió que el arte del Carlos Iglesias traspasase las fronteras: el director consiguió viajar por todo el mundo con su relato audiovisual debajo del brazo. En una de todas las aventuras en las que se embarcó para dar visibilidad a aquellas historias de los años sesenta, sucedió algo: “Un franco, 14 pesetas se pasó en un festival de Rumanía, en Bucarest. Tuvo mucho éxito y a los dos meses de haber estrenado la película, nos llamó la embajadora de Rumanía en España. Nos dijo que la habían visto y les había gustado tanto que querían que el mismo director hiciera un documental sobre los rumanos en España”. Así fue como nació Un euro, 3,6 lei.
El paralelismo entre los títulos de las obras es tan evidente como intencionado. En la película, los francos representan a Suiza como la sociedad receptora, mientras que las pesetas simbolizan una España de miseria y migrantes. Décadas después, se le ha dado la vuelta a la tortilla. El documental muestra cómo los antiguos migrantes no solo han cambiado su moneda, sino también su contexto económico. Ahora son ellos los que tienen el deber de acoger a quienes no tienen otra opción que huir de su país para ganarse la vida.
La revolución de 1989, los bajos salarios y la subida de precios tras la llegada del capitalismo, provocó que muchas personas no vieran otra salida más allá de emigrar. En 2008 -momento en el que se estrenó el documental-, había 731.806 rumanos en España. Y precisamente esto fue lo que motivó a la Embajada Rumana a proponer un documental que visibilizase la situación de los migrantes de su país y los convirtiese en “menos extraños” para la sociedad en la que trataban de integrarse. “Yo no conocía a tantos rumanos en aquel momento. Nos dijeron que la mayor población rumana estaba en Alcobendas. Nos pusimos en contacto con el ayuntamiento, hicieron una reunión especial con la gente que creyeron conveniente y empezamos a conocer la temática”, comenta Iglesias.
Testimonio en una escena del documental
Durante el documental puede observarse cómo se entrelazan las historias de los testimonios con escenas de la película Un franco, 14 pesetas. El actor explica que se percató de la similitud de las características migratorias entre los rumanos en España y los españoles en Suiza, de modo que se decantó por intercalar escenas del filme a lo largo del documental: “Como vi que eran historias muy similares a las que mi familia había vivido en la emigración en los años sesenta, me pareció que estaba muy bien enlazar y unir las dos migraciones para que la población española viera que esos rumanos a los que muchos criticaban no eran tan distintos a nosotros”.
“Intenté transmitir que éramos muy parecidos. Las condiciones de vida en España podían ser equivalentes a las de Rumanía cuando hicimos el documental. El tener un espejo de nosotros mismos metidos en un documental sobre extranjeros creo que enlaza muy bien la narración y hace que nos acerquemos al otro, al extranjero, al extraño. Al tener la película y ser yo hijo de migrantes, fue muy fácil relacionarlo”, asiente.
Carlos Iglesias durante el rodaje del documental | Tote Trenas
Carlos Iglesias aclara que el documental tuvo muy buena acogida por parte de la migración rumana: “Fueron muy sinceros y muy abiertos a la hora de exponer sus temas. Algunos sufrieron mucho porque les supuso recordar momentos un poquito duros, el cómo habían llegado hasta aquí, el por qué tuvieron que huir de su país...”. Durante el visionado del documental es muy evidente la similitud que existe entre ambos movimientos migratorios. El director asegura que, durante las entrevistas, los testimonios aportaron comentarios idénticos a los que le hicieron sus familiares para el guion de Un franco, 14 pesetas.
Una de las grandes diferencias entre migraciones que pudo percibir Iglesias está relacionada con el idioma: “Para empezar, una cosa que nos llamó mucho la atención fue que hablaban muy bien español. Creíamos que íbamos a tener problemas en ese sentido, y al contrario que los migrantes españoles en centro Europa en los años sesenta, estos se habían preocupado de hablar bien español. Muchos de ellos lo habían aprendido a través de las telenovelas sudamericanas. Fue una relación muy bonita desde el principio”. El guionista también se asombró con la cantidad de rumanos que migraron en pocos años: “En mucho menos tiempo que nosotros salieron los mismos: cuatro millones de rumanos. Pero nosotros en 15 años y ellos en dos. Es una cantidad impresionante de población”.
Proyectos como el de Carlos Iglesias son importantes para combatir contra el desconocimiento y, como consecuencia, deconstruir prejuicios. El director del documental explica que quedó muy satisfecho con el resultado: “Yo creo que es muy higiénico, porque nos vemos reflejados en ellos. De esta forma, te sientes cercano a ellos cuando les vuelves a ver. Yo a todos los rumanos que he conocido a partir de ahí les he dicho que tengo un documental, se lo he dejado, les siento mucho más cercanos a mí de lo que eran antes de hacer el documental”.
El intérprete también realiza autocrítica y afirma de forma contundente: “Tenemos mala memoria, aunque las crisis nos obligan a recuperarla. Cuando hice Un franco, 14 pesetas, muy poca gente quería hablar de cuando nosotros mismos fuimos migrantes. Y sin embargo, al poco tiempo, empezó otra vez la crisis y esa Suiza que retratamos en Un franco, 14 pesetas se llenó otra vez de españoles. Mucho más preparados que la generación de mis padres, pero otra vez españoles que se tenían que ir. Éramos un país de nuevos ricos y tristemente volvemos a ser un país de migrantes”.
Respecto al impacto que causan los medios audiovisuales en la opinión pública, Carlos Iglesias afirma que son “un arma muy potente, posiblemente la que más. Hay pocas cosas que puedas hacer que mejoren a una película o documental de éxito, incluso escribir un libro se queda muy al margen del alcance que pueda tener un filme exitoso. En ese sentido, si consigues hacerlo, que es lo difícil y después lo colocas en televisión y demás, tiene un recorrido muy bonito. Tampoco es que sea lo único que se puede intentar ni que arregle gran cosa, porque el mundo no necesita de un solo documental, necesita de los documentales de muchísima gente y mucha fuerza y mucha energía para intentar cambiarlo, pero has aportado tu granito de arena y yo creo que eso ya es suficiente”
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