Seis siglos de repudio

En Rumanía la discriminación hacia el pueblo gitano comenzó en el siglo XV con la esclavitud. Hoy en día, el racismo y la represión contra esta minoría todavía perdura

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"Pieței de Vechituri", el mercadillo que se celebra en la Piața (plaza en rumano) Oser todos los sábados por la mañana | Lucía Martín Lillo

Los prejuicios cambian dependiendo del lugar y el contexto en el que nos encontremos. La peligrosa combinación entre el miedo a lo diferente y la falta de empatía es capaz de provocar consecuencias fatales para quienes se encuentran en el centro de la diana. Los migrantes rumanos en España saben bien lo que es cargar con el peso de la estereotipación. En Rumanía, por su parte, quienes llevan siglos sufriendo discriminación y opresión son las personas de etnia gitana. El pueblo romaní es la minoría que más racismo institucional sufre en este país. Desde el siglo XV, los gitanos han vivido bajo la condición de “no-personas” en el Este de Europa. Se compraban y se vendían; sus vidas no importaban lo más mínimo. Han pasado 150 años desde que se abolió la esclavitud en Rumanía. Sin embargo, la discriminación contra este colectivo no terminó ahí. El fin de la servidumbre en 1864 no puso punto y final a la violencia estructural que durante siglos se ha asimilado y consolidado contra el pueblo gitano. Las consecuencias de estos cientos de años de abusos son evidentes: los romaníes, todavía hoy, continúan viviendo una situación dramática. 

Cronología de la situación del
pueblo gitano en Rumanía

Siglo XV

Aunque no se conoce con exactitud el momento en el que los primeros romaníes llegaron a Rumanía para ser esclavizados, se calcula que fue en el siglo XV. En los principados rumanos se realizaban importaciones masivas de gitanos como esclavos. Durante 400 años, los romaníes fueron sometidos a la servidumbre en propiedades de señores feudales y monasterios. La esclavitud masiva de romaníes solo se produjo en el Este de Europa, pero desde el siglo XV hasta el XVII los países adoptaron leyes antigitanas que incluían todo tipo de crueldades.

1862

En este año se puso a la venta en un monasterio de Valaquia uno de los últimos lotes de esclavos romaníes en Europa. El anuncio decía: "Se vende un buen lote de esclavos gitanos, compuesto de 18 hombres, 10 chicos, 7 mujeres y 3 niñas en buena condición". La abolición de la esclavitud llegó dos años después, en 1864.

Segunda Guerra mundial

El no muy conocido "Holocausto gitano" provocó el asesinato de más de 250.000 romaníes. Las leyes nazis de Nuremberg (1935) señalaron a las personas de etnia gitana como portadoras de sangre extraña, y cuando se inició la política de exterminio en 1941, se procedió al asesinato masivo de gitanos.

Comunismo en Rumanía

El comunismo se instauró en este país de Europa del Este en 1947. Bajo las premisas de igualdad, parecía que, por primera vez, se les estaba concediendo una tregua a las personas de etnia gitana. El derecho al trabajo les aseguró unas mínimas condiciones de vida. Sin embargo, los romaníes eran quienes más sufrían la miseria y precariedad.

Revolución de 1989

Tras la Revolución de diciembre de 1989, la violencia étnica sufrió una brutal escalada. La persecución a la que estaban sometidos los romaníes era tal que en 1991 la organización Human Rights Watch lo denunció de la siguiente forma: "Durante los últimos 20 meses ha sido raro el mes en que no se producía un nuevo ataque contra un asentamiento romaní. Las casas de los roma han sido quemadas, sus posesiones destruidas, han sido expulsados de pueblos y, en algunos casos, no se les ha sido permitido regresar a sus casas. Al menos cinco roma han perdido la vida durante estos episodios de violencia y muchos otros han sido apaleados. A pesar de todo, las autoridades rumanas han demostrado una incapacidad absoluta para perseguir a los responsables de esta violencia".

Antes del 2000

El racismo estaba tan asentado que durante la última década del siglo XX la Comisión Europea advirtió de que si Rumanía no colaboraba para mejorar la situación de los romaníes en el país, no podría entrar a la Unión Europea (UE). Desde esta comisión se asignaron recursos económicos para que el gobierno rumano mejorase la situación de las personas de etnia gitana y pusiera fin a la discriminación y el racismo que vivían diariamente. 

Actualidad

La situación de los romaníes no mejoró todo lo que se esperaba. Pese a esto, Rumanía entró a la UE en 2007. A día de hoy, la mayor parte de rumanos gitanos viven segregados. Suelen realizar labores marginales y en muchas ocasiones viven de forma indigna en guetos, sin instalaciones básicas y alejados de los centros de las ciudades. El racismo estructural continúa asentado y los romaníes siguen siendo el grupo más desfavorecido de la sociedad rumana.

Varias personas sostienen la bandera del pueblo gitano en una manifestación |Gabriel T. Balanescu

Rumanía es el país en el que más personas de etnia gitana habitan. Los censos de población de este país desglosan las cifras según la filiación étnica de sus ciudadanos y esto les permite ofrecer una cifra oficial de romaníes que habitan en sus tierras. En 2002 los registros indicaban que había 535.140 personas de etnia gitana en Rumanía. Sin embargo, las cifras recogidas a nivel estatal están muy lejos de la realidad. El antropólogo social Miguel Pajares afirma que no se conoce con exactitud cuántos residentes de etnia gitana hay en este país, “pero se calculan unos dos millones, que es el número más importante del mundo”. La controversia ha sido objeto de estudio en numerosas ocasiones. En 2008, la revista Gitanos aseguraba que la distancia entre los censos oficiales y las cifras reales de romaníes era algo común en todos los países que desglosaban sus datos según el origen étnico de sus ciudadanos: “Quienes han estudiado el por qué de la distancia entre los censos oficiales y las cifras reales, destacan tanto los errores -voluntarios o involuntarios- que cometen las personas que aplican las encuestas censales, como la resistencia de los propios roma a auto identificarse como tales por temor a posibles consecuencias negativas”

Mobirise

Tras cuatro siglos de servidumbre y casi dos siglos más de opresión y abandono institucional, el principal mecanismo de los romaníes para evitar sufrir este instaurado racismo consiste en pasar desapercibidos. El activista Ciprian Necula es el vivo ejemplo de ello. Antes de reconocerse como romaní, Necula se desvinculaba de esta minoría étnica hasta el punto de llegar a despreciar a los gitanos. El clima de terror que trajo consigo la Segunda Guerra Mudial, llegó para quedarse. Las personas de etnia gitana se vieron obligadas a dejar de usar la lengua romaní y los vestidos coloridos; a renunciar a su propia identidad o, al menos, tratar de camuflarla. Como otros tantos grupos, los romaníes también sufrieron la violencia nazi: fueron deportados y exterminados. En una entrevista que tuvo lugar en 2008 para la revista Gitanos, Necula explicó que desde que su abuelo fue asesinado en la etapa comunista (no por ser gitano, sino por ser burgués), su familia guardó en secreto su pertenencia a esta minoría étnica: “Fue el último gitano auténtico que hubo en mi familia. Sus hijos solo aprendieron los rudimentos del idioma romaní, no mantuvieron lazos con otros gitanos y su cultura pasó a ser la rumana”. Sin embargo, nunca olvidaron que eran gitanos.

        Mujer con vestimenta típica romaní en el mercadillo
                  "Pieței de Vechituri" |Lucía Martín  

“Yo era un buen estudiante. Descubrí que, dentro del aula, los roma debían sentarse en la última fila; trabajar más para sacar las mismas notas que el resto, mantener la boca cerrada y agachar la cabeza cuando el profesor utilizaba refranes ‘antigitanos’ durante las clases”, manifestaba. Con la Revolución de 1989, se liberaron los medios de comunicación. Pero la libertad de expresión eclipsó otros tipos de libertades y se utilizó para difundir el odio y la violencia contra los romaníes. Fue cuestión de tiempo que comenzasen los ataques a los asentamientos gitanos, las palizas y los asesinatos. “Yo no quería que me tomaran por un delincuente como los gitanos que mostraban los medios de comunicación. Esto era un reflejo de mi odio pasivo hacia los roma. Entonces, en 1996, escuché a un diputado gitano en televisión y me di cuenta de que debía reconciliarme con mi pasado. Pero no solo con el mío, sino también con el de mi madre, mis abuelos, mi familia... Así que empecé a leer sobre los gitanos, a visitar comunidades romaníes, a aprender la lengua romaní y a protestar contra la discriminación. Entré en la Universidad como estudiante de Sociología y, más tarde, de Ciencias Políticas. Y me he convertido en un líder de opinión gitano que lucha contra los estereotipos y la discriminación”, relataba Ciprian Necula ya hace 12 años. Hoy en día, forma parte de Aresel, un grupo de activistas que luchan contra el racismo anti-romaní y la xenofobia.







Manifestación contra el racismo convocada por Aresel. En el cartel que sujeta la mujer de la parte izquierda puede leerse "Europa, pon fin al racismo en tus Estados". De las personas que sujetan la pancarta, Necula es el segundo empezando por la derecha |Gabriel T. Balanescu

“En Rumanía los gitanos viven segregados, tanto los ricos como los pobres. Los ricos se hacen unas casas espectaculares, pero también en barrios determinados. Hay gitanos que salen de este ‘barco’ y les llaman ‘gitanos rumanizados’. Estos trabajan en otras cosas, viven fuera de esos barrios... Pero la mayor parte de los gitanos viven en barrios específicos, realizan trabajos de campo o marginales, y sufren una segregación muy clara”, asegura Pajares. 

Alexandru Fechete, también conocido como Pepe, es romaní. Y precisamente su identidad es lo que provocó que terminase viviendo durante siete años en Pata-Rât, un vertedero a las afueras de la ciudad rumana Cluj-Napoca. En este suburbio viven más de 1.500 personas, la gran mayoría de etnia gitana, y está considerado como el mayor gueto de Europa relacionado con los desechos. El ayuntamiento de Cluj desahució a 76 familias -entre las cuales estaba la de Pepe- en diciembre de 2010. Derruyeron sus hogares frente a sus ojos y los “realojaron” en el vertedero, a ocho kilómetros del centro de la ciudad. Lo más dramático es que esta es una práctica mucho más común de lo que debería: “Allá donde mires en Rumanía, los gitanos están en la misma situación que nosotros. La gran mayoría vive en guetos como Pata-Rât, no es un caso único de nuestra ciudad. Aunque es cierto que Cluj comenzó esta situación, porque es la segunda ciudad más grande del país, y cuando el resto de Rumanía vio que una ciudad como esta, considerada multicultural y multiétnica, desahuciaba a 76 familias en pleno invierno y nadie les castigaba ni les decía nada, el resto de ciudades comenzaron a hacer lo mismo”. 

La marginación que padecen las personas de etnia gitana en Rumanía es desorbitada. La exclusión social se lleva a niveles tan extremos como la expulsión de comunidades gitanas de las ciudades, la denegación del acceso a la educación y/o sanidad pública, la exclusión laboral o la imposibilidad de tener documentos de identidad. 

  • TRABAJO “Normalmente, los gitanos han desarrollado trabajos eventuales e informales. Los niveles de desempleo pueden alcanzar el 80-90 % entre la población gitana. Por estos motivos, los ingresos derivados de la actividad laboral no son unos ingresos continuos ni constituyen el principal sustento económico de las familias gitanas del país. Sólo el 12,1 % de los gitanos tiene unos ingresos procedentes del desarrollo de una actividad laboral. Uno de los principales problemas para la inserción en el mercado de trabajo es la falta de un nivel de formación adecuado para las nuevas ofertas de empleo” (Macías, 2005, p. 83)
  • SALUD “La falta de un empleo regular va a condicionar el acceso del colectivo al sistema de salud y de seguridad social. Se estimó que la media de esperanza de vida de la población gitana de Rumanía era de 53,4 años, mientras que esta ascendía a los 69,8 años para el total de la población del país. En relación al acceso al sistema sanitario, encontraron que el 16 % no tiene un médico de familia. Carecen de los requisitos administrativos para que se les asigne dicho médico. Las personas deberían presentar DNI, partida de nacimiento y documentos de propiedad de la vivienda. La carencia de estos documentos les impide el acceso a este y otros derechos sociales. Por otro lado, también parecen existir ciertas prácticas discriminatorias por parte de algunos profesionales de la salud” (Macías, 2005, p. 84).
  • IDENTIDAD Obtener documentación de identidad en Rumanía puede convertirse en toda una odisea. Alexandru Fechete explica que necesitas tener un domicilio formal para que las autoridades rumanas decidan expedirte el DNI, algo prácticamente imposible dadas las condiciones en las que habita la gran mayoría de romaníes en este país. 
  • VIVIENDA “Otra de las principales carencias es la vivienda. Los hogares están modestamente equipados. El 84 % está conectado a la red eléctrica y el 27,5 % tiene agua corriente. Sólo el 40 % de los hogares dispone de una cocina. Además, pueden tener problemas con las autoridades locales por la documentación de propiedad de las mismas. Las familias llevan varios años viviendo en la misma vivienda, aunque no pueden acreditarlo, nunca han formalizado la documentación” (Macías, 2005, p. 87). 
  • EDUCACIÓN “Los bajos niveles de educación están íntimamente relacionados con la dificultad de encontrar un trabajo. El 66,5 % de la población gitana no supera el nivel de educación primaria, comparado con el 33,1 % del total de la población de Rumanía. Aunque se puede encontrar diversidad de actitudes frente a la educación entre los miembros de las comunidades gitanas, en algunos sectores más promocionados, la educación de los hijos está altamente valorada, ya que es considerada como una de las estrategias para salir del círculo de pobreza en el que algunas familias se encuentran” (Macías, 2005, p. 87).








Mercadillo gitano de la Piața Oser (Cluj-Napoca) | Lucía Martín  

La miseria les impide el acceso a la educación, salud, trabajo y vivienda. En estas condiciones, no es difícil imaginar la marginación social que padecen las personas de etnia gitana. Pepe asegura que han sido muchos los episodios en los que se le ha prejuzgado e incluso condenado simplemente por motivo de su identidad. El primer día de su etapa escolar, lo colocaron en la última fila. Ese fue su lugar hasta que terminó su periodo de escolarización. En el trabajo, alguien comenzó a robar material. Antes de revisar las cámaras de seguridad, todo el mundo ya daba por hecho y pregonaba abiertamente que el culpable había sido él, curiosamente, el único trabajador de etnia gitana. “Hace unos cuantos años, intentamos escolarizar a dos niños de Pata-Rât. Cuando los padres de los 26 alumnos rumanos se enteraron de que había dos romaníes en la clase, dejaron de llevarlos a la escuela. Desde el centro nos pidieron que dejásemos de llevar a los niños porque las familias estaban amenazando incluso con denunciar”, manifiesta. Pepe expresa su indignación respecto a la opresión y discriminación que viven constantemente las personas de etnia gitana en Rumanía: “Los rumanos están divididos, no puedo decir que todos son racistas, pero algunos son muy muy muy racistas. Cuando los niños son pequeños, no los asustan con el coco, sino que les dicen ‘si no te portas bien, el gitano vendrá, te secuestrará y venderá tus órganos’”. 

ACTIVISMO

Organizaciones de las que forman parte los activistas por los derechos de la etnia gitana
cuyas voces aparecen en el reportaje 

Ciprian Necula

Integrante de Aresel

Alexandru Fechete

Facilitador en Pata-Cluj

Laura-Greta Marin

Presidenta de Human Catalyst

El Gobierno rumano, presionado por la Unión Europea, diseñó una estrategia nacional para mejorar la situación de las personas de etnia gitana. Sin embargo, Necula ya en 2008 la describió como “una estrategia imposible de aplicar porque no existe una verdadera voluntad política que garantice la igualdad. El documento fue preparado antes de entrar en la Unión Europea, pero una vez que estamos dentro, a nadie le importa”. Rumanía ha recibido dinero del Fondo Europeo de Desarrollo Regional de la UE para reemplazar vertederos de basura deficiente con un nuevo sistema de eliminación de residuos. Pese a cobrar los fondos, esta labor nunca se llevó a cabo, de modo que en 2017, la Comisión Europea denunció a Rumanía ante el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas por no cerrar y rehabilitar 68 vertederos ilegales, incluido Pata-Rât.

El antropólogo social achaca esta constante discriminación y marginación a la condición de esclavitud a la que se han visto sometidos los rumanos gitanos durante siglos: “Siempre que una comunidad ha sufrido esclavismo, luego sufre el racismo de una manera superior a otros colectivos. Aunque ya no sean esclavos, sigue presente esa enorme división humana que te hace ser libre o esclavo. Esto crea una distancia tan grande entre los dos grupos, que cuando esta situación termina, el distanciamiento es muy difícil de acortar. Y por eso el racismo es tan fuerte hacia aquellos colectivos que han sido esclavos”. 

Laura-Greta Marin también es romaní. Estudió Derecho y Psicología. Actualmente, participa de manera activa en proyectos para la integración y la defensa de los derechos de los romaníes. En una entrevista para la revista Gitanos en 2008 manifestó lo siguiente: “Después de los años 90, el abismo existente entre los roma y los rumanos se abrió aún más. Considero que los principales culpables son el Estado rumano, sus instituciones y los medios de comunicación, que destacan sólo los aspectos negativos de los roma. La forma más grave de discriminación en Rumanía es la institucional. Aunque de manera formal este país tiene una ley contra la discriminación, un mecanismo de inclusión social, un organismo gubernamental para los problemas de los roma, y un Consejo nacional de lucha contra la discriminación, todas estas instituciones son ineficaces en la práctica y muy poco visibles”. 

Mejorar las condiciones de vida del pueblo gitano en Rumanía es un asunto prioritario. Y aunque no hay una solución tajante para arrancar de raíz esta problemática, Necula aboga por las políticas locales. “Si no combatimos la discriminación, todos los esfuerzos –desarrollo social, desarrollo de la comunidad, educación, salud, etc.– serán en vano. Por lo tanto, creo que el Gobierno rumano debería reconocer su incapacidad para hacer frente a esta situación compleja y no pasarle la pelota a la Unión Europea; y, por el contrario, hacer un llamamiento a las autoridades locales de aquellas zonas donde los gitanos sean numerosos para que actúen”. Por otro lado, Laura-Greta Marin se decanta por fomentar las relaciones directas entre las personas de etnia gitana y las autoridades. “Para lograr un cambio hay que trabajar no solo con los roma, sino también con los rumanos. Solo con un trabajo conjunto las acciones de las organizaciones no gubernamentales tienen posibilidades de éxito”, asegura la activista.


                     RACISMO
La discriminación que viven las personas de etnia gitana en Rumanía está tan normalizada que los mensajes de odio se lanzan incluso desde las instituciones.

A principios de 2020, La Vanguardia publicaba una noticia sobre el racismo hacia los romaníes en este país bajo el siguiente titular: "Un alcalde rumano insinúa que los gitanos tienen hijos sólo por las ayudas". 

               LEE LA NOTICIA 
 

Mobirise

                                                                                      En el cartel que sujeta el niño puede leerse "No seas 
                                                                                       racista, los racistas van al infierno" |Ciprian Necula

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